(2) Los Difíciles Años en la Ciudad y el Regreso al Terruño, 1915 a 1919
En la Cd. de México, consiguieron un cuartito para vivir por el rumbo de Jamaica, probablemente cerca de la tía Bartola, hermana de mi abuelo. Este trabajaba de peón, albañil, cargador y de lo que se le presentaba, de mi abuelita no sé mucho, pero me imagino que con tres niños no podía trabajar fuera de su casa, remendaba y cosía la ropa para toda la familia y los atendía lo mejor que podía. Mi papá que ya estaba en edad escolar no podía ir a la escuela, porque el dinero no les alcanzaba para ropa buena y útiles escolares, así que muy temprano se iba al canal de la Viga y en los embarcaderos de Sta. Anita pepenaba con una varita la verdura y fruta que se caía de los huacales que descargaban de las canoas que llegaban de Xochimilco y Mixquic cargadas con tales productos. Con eso podía hacer su mamá la sopa. Más tarde se iba al mercado a cargar canastas, así pasaba sus días y ayudaba a sus papás, los que le enseñaban a leer, escribir y contar cuando tenían tiempo.
En el mercado ya conocía a sus clientes que le daban buena propina y siempre los buscaba y los esperaba, entre ellos había un matrimonio ya grande que le pedía llevar su canastota hasta su casa y además de la propina le daban de desayunar muy sabroso. Un buen día durante el desayuno, le empezaron a preguntar sobre su familia y el porque no iba a la escuela, pues ya tenía diez años. Así se enteraron de los años díficiles que había pasado en su pueblo y la pobreza en que vivían en la ciudad. Entonces ellos le platicaron que nunca habían tenido hijos y que se sentían solos, que les gustaban mucho los niños y que después de observarlo y tratarlo por varios meses se habían dado cuenta de que además de trabajador era inteligente y listo, por lo que consideraban una pena que no pudiera ir a la escuela y le preguntaron que si le gustaría vivir con ellos, que ellos lo mandarían a la escuela y le comprarían todo lo que necesitara. Inmediatamente les contestó que sí, pues ir a la escuela era su sueño y desayunar todos los días como lo estaba haciendo en ese momento hubiera sido maravilloso.
Llegó corriendo a su casa con la "buena noticia" y un recado de los señores pidiendoles a mis abuelos que fueran a hablar con ellos, pues deseaban adoptar a su hijito. A mis abuelos la noticia no les pareció nada buena y le dijeron que por más pobres que fueran, no se separarían de ninguno de sus hijos, además le prohibieron que volviera a ver a esas personas. Desde entonces con mucha tristeza, cada que los veía en el mercado se escondía de ellos y buscaba otros clientes.
Pasaron así varios años de privaciones, muchos trabajos y enfermedades como la que se llevó a la más pequeña de sus hermanitas , él seguía haciendo lo que podía por ayudar. Un día su mamá se enteró de que en un molino se les había derramado la tractolina en el nixtamal y estaban vendiendo la masa muy barata y allá fué mi papá a comprar la masa, así pasaron varios días comiendo tortillas con sabor a petroleo, naturalmente carne era un lujo que casi nunca se podían dar y leche sólo tomaba de vez en cuando.
Un buen día, en 1919 corrió la noticia de que habían asesinado al Gral. Zapata y poco después se enteraron de que algunas personas ya estaban regresando a Milpa Alta, por lo que decidieron hacer lo mismo. Primero fueron mi abuelo y su hermano Guadalupe que tenía su casa en el mismo prédio, también llevaron a mi papá que con una mezcla de alegria y tristeza estaba perplejo de ver lo que encontraron, sólo los muros de piedra estaban en pié, puertas, ventanas, techos y todo lo que había sido de madera, estaba consumido por el fuego, lo que quedaba estaba cubierto de maleza y tanto afuera como adentro de las casa hasta árboles habían crecido, coyotes, vivoras y otras alimañas habían ya tomado posesión del pueblo. Ni tardos ni perezosos, empezaron a limpiar y reconstruir para poder llevar a sus familias y así poco a poco, muchos empezaron a regresar, pero más de algunos decidieron quedarse a vivir en la ciudad, como su tía Bartola que había perdido a su esposo en la masacre del muro de la Parroquia y el tío Donaciano, otro hermano de mi abulo que tampoco regresó permanentemente a Milpa Alta.
De la familia de cinco que se vió obligada a abandonar el pueblo cuatro años atrás, sólo regresaron cuatro, cuando mi papá platicaba de su hermanita que no sobrevivió las penurias, de la ciudad lo hacía con mucha tristeza.